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Reflexiones

Estimular el desarrollo consciente en los hijos: Ayudarlos a crecer

 

Me cuestiono profundamente cuando observo mi entorno inmediato y el contexto cultural-social del cual formo parte: Cuáles serían las maneras más acertadas (o menos distorsionadas o deformantes) de guiar a nuestros hijos, en el sentido de poderles brindar una protección sana, realmente fortalecedora? Una educación que los impulse a desarrollar una consciencia amorosa y respetuosa de la vida, con noción de integridad (no de competencia).

Una consciencia que les permita mirar fuera de sí mismos, con un sentido de reciprocidad y de consideración hacia los demás. Aquí hay un punto relevante: cómo alentar en nuestros hijos – que se convertirán en adultos – la consciencia de la consideración...Un tema clave.

De acuerdo a mis experiencias de vida, cada vez más me resuena internamente, que cuando se habla de evolución y crecimiento en la vida de los seres humanos, “la consideración por los demás”, está estrechamente ligada a estos procesos de crecimiento (de madurez emocional; de consciencia integradora). Es más, no existe una evolución verdadera, sino hay integración con los demás. Necesitamos de los otros para crecer... y también, para creer... Para creer y confiar que nuestra existencia es valiosa...

Si enseñamos esto a los niños en etapas tempranas, sin duda la vida se va comprendiendo y construyendo de una manera diferente...

Recibo en mi consulta, a padres sensiblemente preocupados por la educación de sus hijos, que me preguntan cómo enseñarles –qué hacer - para que sean respetuosos y responsables. Surge el tema de que nos encontramos en una sociedad que impone ciertas pautas de interacción realmente egoístas, basadas en la apariencia “en el quedar bien”; en esta “atención excesiva de actuar” para conservar una buena imagen ante los demás, que dista mucho de buscar de manera auténtica el desarrollo de una conciencia humana más generosa (con uno mismo y hacia los demás).

Un aspecto frecuente que abordo con los padres, es que más allá de alentar a nuestros hijos, por ej., que se involucren en actividades altruistas – asunto muy de moda en esta época sobre todo en familias de un estrato económico medio alto y alto- de que salgan de casa para ayudar, para aprender “afuera” el sentido de la ayuda con los demás (siendo esto formativo, como parte de una buena guía para su desarrollo), reflexionar primero con detenimiento: Qué sucede en casa, en la interacción familiar cotidiana? Cómo es nuestra relación de pareja, cómo la perciben nuestros hijos? Cómo ven ellos nuestra interacción de adultos con otros adultos? Cómo es el miembro de una pareja con el otro, cómo se tratan? (hay respeto?, se tienen consideración?, se validan o se descalifican?) ¿En qué se los involucra a los hijos para que ayuden y colaboren en casa?

Volvemos a un punto clave: el ejemplo vivo que damos como personas adultas a nuestros hijos es más poderoso y significativo que los relatos y que las indicaciones/peticiones. Decirles, por ejemplo, qué les conviene o no, o cómo deberían comportarse para ser buenas personas; y más, si les indicamos (o solicitamos) algo contrario a lo que ellos ven que sucede en la casa, podría resultar bastante perjudicial.

Muchas veces, estos dobles mensajes, esta comunicación ambivalente (“sé considerado, hijo”, le dice una madre que no es considerada con el padre...” “No mientas, hija”, cuando el padre se maneja con mentiras) podría provocar, entre varios aspectos, un alto grado de ansiedad (terreno fértil para el desarrollo de patologías psicoafectivas, fobias, adicciones, etc) favoreciendo el temor a crecer (a convertirse en adulto) y desde luego, obstaculizando la construcción de relaciones sanas (temor a la intimidad).

Como adultos y padres, es de vital importancia, poder alentar procesos de autoreflexión para comprender la gran responsabilidad - y oportunidad- que tenemos, de guiar con nuestra misma conducta y de una forma amorosa a nuestros hijos. ¿Qué deseamos transmitirles? Y eso que deseamos, ¿es lo que ellos ven en nosotros?*

 

 

 

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© 2013 VN Psicoterapia. All rights reserved

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